domingo, 22 de marzo de 2009

El olor del vacío

Ayer por la tarde llegó el olor a mi vida. Un aire de enfermedad propia, privada, íntima, solo mía, y que, sin embargo, llegaba pública y desvergonzada, altanera, con el viento. El olor se ha quedado hasta hoy y siento que cada vez cala más profundo en mi ser... en mi ser. Me ha entrado por la nariz, por ambas fosas nasales, inundando ambas narinas a la vez, en una sola inspiración... Al mismo tiempo ha entrado por la boca muda en el momento mismo de nacerme un suspiro. Es extraño: merodea por mis entrañas, pasea por la piel, vuelve a meterse por los poros de la piel hasta los poros de los mismos huesos, y siento que reconoce en mis órganos y vísceras su nueva morada. Ya hoy por la mañana ha conocido casi toda mi soledad, más que eso, ha descubierto mi dolor y ha pasado rápidamente por un lado del corazón, casi ha encontrado en el mismo instante la caja negra con el registro del último incidente en vida de mi ser encantado y utópico, y ahora acompaña este cuerpo de sangre detenida. Este olor que luego se convierte en amargura y percibo en la garganta es una nueva entidad que se ha agregado a mi y no tengo cómo resistirlo. Me abraza el frío que nace de mi. Me abraza la oscuridad. Me acaricia la anhedonia estelar. Estoy percibiendo el silencio.

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