domingo, 26 de septiembre de 2010

PUNTO Y APARTE

Yo sinceramente no te había leído aquella penúltima vez. Te vi de reojo por entre las líneas del primer párrafo y luego, poco sorprendido, me precipité sin cuidado sobre el último. Mire detrás de tus letras pero estaba anonadado por el sopor de mis propias correrias. No vi nada. Pensaba en mis peripecias. Mi curiosidad era calmada. No dudé de que estuvieras bien. No me preocupé. No dudé de ti ni de tu poder. No; no me preocupé. En verdad yo soy de los que piensan que siempre la haces. Y es verdad. Eso no me marca. No me marca porque siempre te he visto hacerla. Desde que ereas pequeña. O desde que descubrí que eras mi amiga extraña, la cercana y lejana. La voz de los pastos y de las rebeliones antisistema. Una pequeña guerrera hasta hoy. Pero ayer te vi llorar. Vi tu fragilidad. Y recordé que no necesariamente estás comprometida con la victoria . Debes lucharla y seguir. Debes sortear el camino y sufrir. Y luego sufrir más aún. Y de eso tu sabes. De escalar y bucear. De caer y reir. De sangrar, de patear y bailar. Discúlpame por no notarlo en las letras. Discúlpame por no notarlo luego en tus ojos y tus hombros cansados ni en tu mirada vaga. Discúlpame por haberme limitado al clásico último recurso, el del abrazo, cuando ya todo ha pasado. No debí suponer que estaba bien dejarte ser como siempre la fuerte, en lugar de preguntarte si no querías una chalina turquesa para el frio del alma. No hay de tu talla... pero ofrecerla ayuda.- pienso. No debí dejarte ser la fuerte tanto tiempo sin preguntarme. Pero ahora ya lo has dicho. Y ya pasó el momento de la catarsis. Ahora sólo me disculpo por mi levedad y te reitero mi sólida y densa amistad. Ahora en verdad... La puta madre... Ya la hiciste mujer! De nuevo la hiciste! Eres dura de matar. Y punto y aparte. Querida K. Te veo en el camino.