viernes, 2 de enero de 2009

Las águilas olvidadas

Esa noche él y yo dejamos de lado la idea de escribir más sobre las águilas. En realidad ya habíamos escrito mucho acerca de ellas y quizás hubiéramos podido escribir más y más, pero, a decir verdad, aquél tema ya no nos interesaba. Las épocas del pasado se habían quedado satisdechas viéndose relatadas en historias cortas y poemas tristes, entusiastas y un poco locos, aunque terriblemente ciertos. El hecho es que por esos días ya no vislumbrábamos en nuestras vivencias aquellas aves peligrosas y majestuosas; creo que voluntariamente nos habíamos querido alejar de ellas, quizás ya cansados del sexo superfluo que implicaban o de las terribles divagaciones y alucinaciones en las que solíamos andar inmersos, sea ya a causa de amores perdidos y vengados, amores conquistados y homenajeados, amores sutiles de fugaz violencia en baños o escondites al paso, amores eternos fallecidos o tan sólo intensas adicciones a combinar águilas y substancias diversas. En consecuencia las águilas olvidadas fueron recordadas brevemente, pero casi de inmediato y por mutuo acuerdo fueron descartadas como tema de un nuevo escrito. No sé qué escribimos o hicimos después. Las águilas olvidadas sin embargo fueron reemplazadas, mucho tiempo después, por otras águilas que llegaron sin dejar de arrasar con toda calma a su paso. Eran iguales de inevitables e irresistibles.

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