lunes, 2 de febrero de 2009

Abril perdido en la sombra de una nube


Llegué a un punto sin señal, un lugar del camino sin cartelito alguno, de aquellos cuya flechita dibujada sirve para orientar al dubitativo. No sabía qué rumbo tomar a partir de ahí. No sabía bien si ir hacia la izquierda, por donde a lo lejos se divisaba un verde campo; o bien, si debía ir hacia la derecha, por donde el camino discurría hasta perderse de vista, no muy lejos de mi, adentrándose en una espesa bruma, una misteriosa niebla que flotaba impenetrable a no mucho más que un vigoroso tiro de piedra. Esa niebla. Esa niebla. No le temo - pensaba. ¿Pero qué habrá más allá, oculto dentro de ella? ¿Y el campo verde? ¿Será bueno en verdad sentir su verde verde verde, en mi ya suficientemente verde conocimiento? Quería que estuviera ella conmigo, dulce y tierna, para elegir el camino juntos y recorrerlo. Ir caminando juntos. No importaba si fuera en la niebla o en el verde que estuviésemos caminando - me decía. Sólo hacerlo juntos.. Estar juntos... yendo juntos, hablando entretenidos sobre cientos de secretos y pensamientos compartidos, arrancados del olvido, de la inexistencia inconfesa del pensamiento no hablado con el ser querido. Pero ella no estaba ahí. Había desaparecido de un modo misterioso y repentino desde hacía algún corto tiempo... desaparecido.... desaparecido... si... de un modo misterioso y repentino, doloroso, como si se la hubiera robado la sombra de una nube.

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