lunes, 2 de febrero de 2009

Dudas sobre el paraíso perdido (Todo sobre Jaci)

Cantos gregorianos parecen...
Si.
Al parecer es así...

Cantos gregorianos retumban en mi mente
como venidos de voces masculinas evocadas
entonando paz espiritual y armonía en el alma
individual y colectiva
de un coro de seres que creo recuerdo

Un coro de seres que cantan al compás perfecto
de la felicidad celestial y la serenidad del espiritu
la inconfundible serenidad sin igual del corazón completo
como si no hubiera nada más que el universo en expansión dentro del pecho
a manos de un eterno Dios de amor y bondad.
Un Dios musitando, a la vez afuera,
a la vez adentro del pecho


Se van alejando las voces.
Se desvanecen en mi pensamiento
y escucho el punteo melancólico y parsimonioso de una guitarra apenada
rasgado bajo los dedos enamorados de un músico extraviado
haciendo eco
entre las lágrimas que se le agotan y el mar
el cual le ofrece su ondeante lar de pensar inmenso,
su niebla matutina,
su frío,
y el vaivén infinito de las olas
que no saben llorar sin parar.

La guitarra se aleja.
Me absorbe la contemplación del mar...
de la mar...
la mar que se lleva mis silencios
en la espuma blanca que viene y va
y ya no estoy tan seguro, de pronto,
de si aquellas cuerdas gemían realmente los sollozos de una guitarra en pena
pues acaso eran aquellos sollozos solamente
formas similares a las del dolor de un arpa boqueante
a punto de llorar
así sin más.


Las horas han pasado
longevas como los meses raudos
breves como los instantes eternos.
Sigue el mar hablando
su lenguaje de inmensidad
y sigo yo callando
mis ruidos en silencio,
mis futuros poemas queridos
que aún son sólo versos niños
y me atosigan sin dejar de preguntar
si algún dia ella volverá
para ellos poderla acariciar.

Y pienso...
y pienso...
pienso...
No me puedo alejar del mar
aunque me vaya lejos
su soledad me habrá de alcanzar
y el silencio se tornará la voz de las olas
y entre ellas vendrá, como la inevitable secuencia de la marea eterna,
el nombre que no puedo olvidar
y la voz de mi Ja.


Un amigo artificial y bueno
de raciocinios nimios y singular practicidad
me dijo reflexivo un dia,
desde su corazón casual e invicto, que nunca había usado para adorar,
lo que él consideraba una directiva definitiva
acaso una verdad fundamental.
Que en la vida cada hombre necesita tres mujeres:
una para aventuras y diversión,
una para conversaciones estimulantes
y otra para buen sexo...
Y Ja era todas ellas
Ja era las tres a la vez
y yo la recordaba siempre
pues era la única que contenía dentro de su pecho
tanto mi alma como el mar completos.


Era demasiado bueno para ser verdad. Por supuesto.
Mi alma y el mar la adoraban juntos
Se derramaban las olas y mis besos sin parar
como agua rosada que revalsaba,
mojando de pasión,
el terciopelo convexo de sus senos tiernos.

Y su amor era tan flameante y profundo
tan sincero y feliz
que nunca dejaba de crecer por dentro
aunque le aplastara el corazón inmenso
los jazmines y girasoles del pecho,
aunque le ahogaran el césped negro del monte amado de venus
cada riada perfumada que brotaba con flores, besos y jadeos
escapándoseles por el sexo fresco
hasta llenarnos el rostro de sueños tiernos
y el pecho agitado de telepáticos te quieros eternos...
No había voz si no volvía el aire
ni besos si no pasaba el temblor del cuerpo
pero llenos de amor nos mirábamos
Qué importaba sin pulmones...
Qué importaba sin la voz...


Sigo mirando el mar
Sigo callado y perdido entre mi vacío y las olas
pequeñas cuando llegan
gigantes cuando las advierto formarse a lo lejos.
Sigo pensando en ti
Sigo pensando en mi
¿Es acaso eso lo mismo?
¿Me exttrañas?
Me dices que si, que lo haces a morir...
que quieres venir
que no sabes por dónde llegar para hacerme reir
para hacerme feliz
que lo quieres
que no dejas de buscar el camino preciso
que te lleve a mi
que te lleve a ti.

Es tarde
sigo mirando el mar
mirándote a ti
tu rostro
tu rostro feliz
lleno de lo que una vez te dí.
Me debería ir... ya oscurece
Pero no hay tiempo que mida lo que dura ver el mar
Pero no hay tiempo que mida lo que dura amar de verdad.

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