miércoles, 11 de febrero de 2009

Cielo



Hay tanta luz en tu noche
una luz blanca y encantada
otras veces azulmente mortecina
que viste las calles de tu ciudad dormida
con nocturno atavìo de solitaria apariencia.

Los árboles dormitando al viento
un poco como cediendole sus ramas
un poco como perdiendo en esa vencida eterna.
Las calles mojadas y vacías
pintadas con el color que tu decidas.
Las veredas sin pasos, las pistas,
las bancas en los parques, las sombras,
cada poste, cada esquina,
tus pedazos callados
desde ti hasta el suelo.

Y cuando proclamas en tus dìas húmedos
tristìsimos tonos grises
y acuarelados azules llorados,
desteñidos a si mismos por la lluvia tuya,
nadie duda de tu poder
al ponerle ànimo según tu parecer,
ya sea de tristeza o de alegrìa,
a cada planta o animal, a cada humano ser
los que desde abajo te contemplan
los que desde abajo póngansete a ver.

Sueles pasear tus nubes raudas y ligeras
otras cargadas y lerdas
hasta despejar entero tu semblante ,
no permitièndoles en cambio moverse,
cuando en parte quieres tu también ocultarte.

Tantos tonos tienes
Tantos gestos haces
Azul diàfano y claro alegras tanto.
Gris opaco, apenas lloras un poco, y quizás entristezcas
- muy probablemente -
a la mayorìa de los mortales aquí abajo
que te buscan para hablarte
cuando miran hacia el horizonte.

Rosado tu atardecer,
violàceo, morado, pùrpura, celeste razgado,
todo a la vez.

Luminosa o muerta tu blanca piel
a la temprana mañana.

Iluminadas por las últimas caricias perdidas del astro rey,
tus nubes al inminente ocaso,
delicadas y tenuemente delineadas,
desde el más lejano horizonte de tus suaves labios de Mayo
hasta donde mueren las playas del Abril solitario.

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