lunes, 9 de febrero de 2009

El bronce y el marfil

El futuro es incierto
y el final está siempre cerca.
Me levanté hoy en la mañana y me prendí un cigarrillo...
no pienso en el cáncer... no viviré tanto.

La princesa de bronce
triste, solitaria, hermosa...
La princesa de bronce
alegre, solitaria, hermosa...
Siempre de bronce, siempre hermosa
en su castillo de bronce con su vestido de encaje
en la mañana de bronce.

Quiero bañarme en la sangre de un ser despiadado y odiado
quiero masticar las entrañas de un vencido contrincante
cual tigre,
ensangrentados los colmillos,
distendidos los labios,
quiero devorarle.

Quiero la furia y el temor
entremezclados con sudor
y una gota del llanto
de mi princesa de bronce.

La reina de marfil me atrae
empero ya sin marfil marfil marfil.
No tiene ya la reina más
marfil, marfil, marfil.
Y la veo desnuda,
vestida con su blanca carne;
ya no tiene el emblema del coraje
ya no esgrime el henchido pecho de la soberbia nacida del poder
ya no tiene pues el emblema en su mirar
no se sabe reina más ya.
Le falta su reino,
ha perdido la verdad,
y se ha quedado sin marfil.

Los soldados del infierno marchan ya hacia la tempestad,
donde el rey del averno los ha enviado
Y correrá la sangre de jóvenes incautos
y niños sin padre habrán de nacer por millares.

La paz ya no existe
y en el castillo de bronce
en la montaña de bronce
con su vestido de negro encaje
la princesa de bronce llora.
Llora y llora toda una noche
mientras la sangre de la gente suya forma grandes charcos
hasta teñir el estanque en su desolado jardín.

Atrás, en el puente del sur, yace aún la reina de marfil.
Y sigue desnuda
y también llora.
La sangre ha manchado su piel
y se mezcla con la suya propia.
La reina muere;
ya se ve la oscuridad en sus ojos dulces y amables
Ya se escucha acabar la agonía en sus rosados labios.

Ella se irá y ya nunca podré quererla
Su piel es ahora fría como el ayer
el ayer de las estrellas.
Y la princesa de bronce llora
el odio de su enemiga de marfil
que nunca terminó
hasta el momento de morir.

Me iré a los campos de bronce
donde pelearé a morir
morir morir,
morir morir.
Moriré cien veces y siempre habré de volver.
La reina murió al atardecer
y, hacia la noche,
el castilllo de bronce se comenzó a fundir.

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