domingo, 15 de febrero de 2009

Soledad

Aires cargados de melancólicos silencios ingresan por la ventana de la nada
buscando, quién sabe,
si mitigar o alimentar
estas llamas heladas, estas lenguas de fuego azul,
que consumen, desde dentro,
las fibras mansas de mis sentimientos
las mareas verdes de caña al viento de los campos de mi alma.

El instante mismo de la explosión de mi llanto interno
se confunde entre el bullicio y la consternación
de mis gritos inaudibles
y no poseo más
esa extraña y dulce paz
que vivía en mi subconciencia.
Me cautiva la sensación
de desconocida procedencia
que me hace callar
y, aún así, me obsequia
con la calma de los habladores
despues de orar interminables oraciones
y me cansa la apreciación de un dia gris y lluvioso
que se muestra cual canción
ante la soledad de mi mansión de Chama...

No hablo de la casa blanca de Chama...
sino de la casa blanca de mi alma,
oculta en la bruma del parque,
frente a la casa blanca de Chama.
Habito yo solo
este cuartito humeante y pensado
albergue de mi pasado
donde abandono el cuerpo a mi futuro
y se pierde la mente presente y errante
al deambular bajo el Sol
por praderas en flor
más aún así, en soledad
más aún así, en soledad.

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